UAM-X

Economía y trabajo en la minería mexicana: la emergencia de un nuevo pacto laboral, entre la Gran Depresión y el Cardenismo


México DF: UAM-X, CSH, Educación y comunicación; 2004
1a. edición
Págs. 211
ISBN: 9703103936

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Descripción

Esta obra es útil, particularmente, para entender la recuperación económica después de la depresión en un proceso de generación, definición y aplicación de las leyes laborales en México y, por ello, para plantear las necesidades actuales en lo que el autor llama “el pacto social del trabajo”.



La Ley Federal del Trabajo fue capital en la vida cotidiana de los mineros. La federalización de las leyes laborales rompió con la tendencia al predominio de los acuerdos entre las compañías y los poderes locales. La ley, dice el autor, politizaba entonces los conflictos rápidamente: horas de trabajo, beneficios en salud, salarios y mecanismos de contratación empezaron a ser parte de las relaciones diarias de trabajo entre los mineros y compañías.



El radicalismo de la legislación laboral tuvo repercusión e influencia diversas. El autor recuerda una observación de Alan Knigh: como el movimiento laboral no podría demandar la inmediata aplicación del artículo 123, la legislación fue tolerada por conservadores y permaneció sólo como una intención o una promesa futura. Un diplomático inglés, sin embargo, señaló en 1934 que se trataba de un “collar de piedra colocado a la cabeza del capitalista extranjero”, y que estaba tan fuera de lugar para nuestro país “como los sombreros de copa entre los negros de África Central”.



El autor describe y explica los cambios significativos que ocurrieron en términos de beneficios sociales obtenidos por los nuevos contratos colectivos: horarios, vacaciones, compensaciones por accidentes, estabilidad laboral y respeto al trabajador en el ámbito del taller, la mina y la fundición, lo que implicó, según el autor, un salto de carácter “moral”, un nuevo nivel de reconocimiento a los valores del trabajo.



La rápida recuperación económica iniciada en 1933 permitió a los trabajadores crear un frente unificado y marchar en la prosecusión de sus propios intereses durante la segunda parte de los años treinta. Ese “pacto social del trabajo”, explica, “ayudó a dar forma a la experiencia del trabajo en México hasta los ochenta y noventa, cuando una nueva crisis recurrente de incluso mayor proporción que la de los treinta lo ha derrumbado, sin haber creado todavía ningún substituto”.



En efecto, el autor explica que “el rápido y exitoso ascenso de la industrialización asociada a la inserción de México en el mercado mundial en la posguerra sería inexplicable al margen de dicho pacto. En contraste, la apertura económica a marchas forzadas impuesta a México en las dos últimas décadas, descansa en buena medida en la fragmentación o abierta quiebra de aquel viejo acuerdo social y laboral. Reformular dicho pacto, bajo principios análogos a los que le dieron vida, si bien acorde a las condiciones presentes, es una tarea esencial para avanzar en el desarrollo económico de México. Para lograrlo, parece indispensable aprender la experiencia histórica anterior”.



Es evidente que las grandes compañías extranjeras, conectadas con diversas variables del mercado internacional, lograron sortear mejor la depresión que las pequeñas empresas nacionales. En ese momento el Estado intervino para apoyar el desarrollo nacional. Ahora, en circunstancias semejantes, cuando la globalización económica ha desmantelado en México la empresa pública, las pequeñas y medianas empresas privadas, el sistema financiero y bancario, el campo, el sistema de seguridad social; cuando el desarrollo económico se encuentra estancado, dejamos que las grandes corporaciones actúen solas en el país. ¿No hay memoria histórica? ¿Somos un país sin memoria, como decía Octavio Paz?