UAM-X

Ser mujer en esta sociedad y tiempo se ha erigido en la temática central de un debate teórico que aún aguarda resultados concluyentes y ronda de continuo los espacios académicos y editoriales. El presente estudio busca algunas claves para esclarecer esta compleja problemática, para lo cual intenta articular –desde la psicología- cuerpo, mujer y danza, adoptando el discurso como vía de acceso para el examen de la subjetividad. No es casual que la autora recurra a la metáfora. Algo quiere ser hablado: una trama de sentido que asoma en todo aquello que atañe al universo humano. Por lo demás, el cuerpo, condición de la existencia ligada inexplicablemente a la experiencia humana, es estudiado en la dimensión de la subjetividad, es decir, de la representación del cuerpo propio desde el deseo inconsciente y desde el tejido social e institucional. Lugar donde se entreveran el yo soy y el Otro –la muerte que no habita-, el cuerpo es un misterio que nos pertenece y nos es ajeno al mismo tiempo. El vínculo con el cuerpo propio es un texto a descifrar. ¿Cuál podría ser una estrategia metodológica de análisis? Escuchar a las bailarinas, pues la danza tiene la lógica de una metáfora… del símbolo de quienes labran su subjetividad con y desde su cuerpo. La danza, paradigma del cuerpo en movimiento, es un arte que nos habla, al igual que los mitos, del sueño despierto que tienen los pueblos. La metáfora articula asimismo los distintos momentos de esta apasionada búsqueda. Pues en la metáfora está presente la tensión entre lo que simboliza a la condición humana y lo inefable. Desde el lenguaje metafórico del inconsciente, la danza se nos muestra como metáfora de la vida; la bailarina, como metáfora de la mujer que pone en riesgo la imagen de su cuerpo…y, en fin, los enigmas de la existencia humana se nos revelan como metáforas del cuerpo.